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Hugo: Con 40 años de oficio, es el último zapatero de Huinca

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Por Ignacio Castro

A los 12 años aprendió a reparar calzados para luego dedicarse de lleno a la actividad. Asegura que por los hábitos de consumo, se fabrican productos de menor calidad que antes y admite que la crisis económica hace que cada vez exista más demanda de arreglos.


 

Hugo Oliva conoce el oficio desde los 12 años y pese a que los tiempos cambiaron y se trata de un trabajo casi en extinción, hoy (como hace 40 años) sigue firme en su zapatería con una clientela que va en crecimiento debido al contexto económico.

Taller de Calzado “Hugo”, así se llama el sencillo local que se ubica sobre calle Fray Luis Beltrán en el sector sur de la ciudad. Allí siempre hay gente que ha entablado una amistad con el zapatero y donde no falta el mate y las charlas de pueblo. El lugar está repleto de zapatos, zapatillas, botines y hasta unos guantes de boxeo colgados en la pared. Según Hugo todo es factible de ser recuperado y lo que no, el comerciante directamente le dice al cliente que no pierda el tiempo.

Cuando uno entra a este lugar parece que retrocede en el tiempo.

Detrás del mostrador están las estanterías atiborradas de pares de zapatos todos rotulados. Algunos listos para entregar y otros a la espera de ser reparados. Más atrás están las máquinas que lo han acompañado muchos años y una banqueta en la que Hugo se sienta pacientemente a reparar con un ya desgastado delantal.

“Ya hace 40 años que soy zapatero. Nací en Santa Rosa La Pampa y ahí aprendí el oficio. Empecé a trabajar en una zapatería del barrio a los 12 años, fuí más que todo a aprender el oficio con un hombre que hace poco me vino a visitar. Tiene más de 80 años y tenemos una linda amistad. Él también fue zapatero toda su vida”, cuenta emocionado Hugo Oliva.

Así le dedica horas y horas de trabajo para que su producto sea el mejor posible, su labor, dada las circunstancias, es casi artesanal, puntilloso y no le gusta fallar.

“Antes, arreglar un zapato era más artesanal porque casi todo el trabajo se hacía manualmente, ahora se hace mucho con maquinas y todo es más sencillo”, reconoce el hombre.

Es cierto que la sociedad consumista hoy no acostumbra a mandar a reparar sino que más bien descarta para volver a comprar. Esto sin dudas tiene un impacto negativo en este tipo de oficios como el de Hugo.

Sin embargo, en contrapartida a esto, recibe encargues de varios kilómetros a la redonda. Es innumerable la cantidad de calzado que ha reparado.

Al principio, a Hugo le costaba dar la nota pero luego se fue soltando y así florece una historia de vida de esas que merecen contarse y que comienza a sus jóvenes 12 años.

“Ya hace 40 años que soy zapatero. Nací en Santa Rosa La Pampa y ahí aprendí el oficio. Empecé a trabajar en una zapatería del barrio a los 12 años, fui más que todo a aprender el oficio con un hombre que hace poco me vino a visitar. Tiene más de 80 años y tenemos una linda amistad. Ël también fue zapatero toda su vida”, cuenta emocionado Hugo, radicado en Huinca hace 38 años . “Quería aprender algo porque no podía estudiar y fuí a este hombre y le pregunté si me quería enseñar. Yo era un niño y me enseñó. Cuando aprendí el oficio me vine a Huinca y puse la zapatería que primero estaba en el centro. Después recorrí varios lugares pero nunca deje el oficio”, apunta.

“Lo que veo que no tiene arreglo no lo hago, le digo a la persona que directamente no gaste”, señala Hugo.

El comerciante también dice que los clientes le tienen mucha confianza y lo conocen por su trabajo. En Huinca soy “Hugo, el zapatero”, ríe.

Lo suyo es reparar

Cuando él comenzó había otros zapateros en Huinca y zona, pero algunos se fueron jubilando, otros directamente abandonaron el oficio y algunos fallecieron.

“Soy el último en el Departamento (Roca). He quedado medio solo. En Cañada hay una señora que hace algunas cosas más básicas. Soy zapatero de los de antes porque ya ha cambiado mucho el oficio, hoy los zapatos vienen casi todos descartables. A mí me es más difícil trabajar con este tipo de zapatos y me quedo con los de antes porque era otra calidad de trabajo, otro calzado. Hoy renegás muchísimo para hacer un arreglo y cuesta que queden bien”, afirma con una sonrisa en su rostro.

Si bien Hugo sabe que no le falta mucho para jubilarse, eso no le preocupa, porque es feliz haciendo lo que hace todos los días, entre olor a cuero y pegamentos ese taller es su mundo, donde además revela que tiene una pieza repleta de calzados que prefiere no mostrar ya que dice que está un poco desordenada.

“Gracias a Dios hay trabajo, mucha zapatilla que hay que emparchar, botines de cuero. Lo que veo que no tiene arreglo no lo hago, le digo a la persona que directamente no gaste. Tengo muchos clientes por suerte, de Valeria, de Huidobro, de Realicó La Pampa, de Del Campillo. Hay trabajo pero no es tanta la cantidad que debería haber para un solo zapatero”.

Y promete defender su oficio hasta que se jubile. “Esto es lo que sé hacer y me gusta, no haría otra cosa y nunca hice otra cosa. Una vez atiné a salir a pintar casas pero no anduve, lo mío es la zapatería”, sostiene con orgullo.

Cuando finaliza la entrevista ya hay dos o tres vecinos reunidos esperándolo afuera.

Algunos con zapato en mano y otros hacen antesala para tomarse unos mates con Hugo como todas las tardes. “Acá soy feliz, tengo muchos amigos y la mayoría me los ha dado este trabajo”, asegura el hombre que lleva 40 años abriendo la puerta de su Taller.

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