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En Villa Valeria, un jornalero y su mujer dan la merienda a 50 niños

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En su humilde hogar de la zona ferroviaria crearon un merendero y cada sábado reúnen a los chicos del barrio. Comparten juegos y manualidades. Necesitan ayuda para esta Navidad

Cristian Benavídez es jornalero y Rita Benítez, ama de casa. Viven en Villa Valeria en una casa humilde de la zona ferroviaria. Y allí reciben cada sábado, desde hace aproximadamente un año, a más de 50 niños de todas las edades para darles una merienda.


 

A pesar de los escasos recursos con los que cuentan se las ingenian para dar un alimento a los chicos, pero también realizan manualidades y además juegan al fútbol en una canchita que hace poco con algunas donaciones ellos mismos construyeron.

“Es un gran gesto y tienen la humildad de ayudar a otros en los tiempos en los que estamos”, señala una vecina de Rita sobre el emprendimiento que con mucho esfuerzo realizan en el barrio.

Rita Benítez es una humilde mujer y madre de cuatro hijos -tres varones, de 21, 12 y 4 años, y una nena de 14-. Junto con su esposo, Cristian Benavídez, hace aproximadamente un año decidieron abrir un merendero llamado Los Amiguitos en el comedor de su casa, que queda a una cuadra del tope de la avenida principal. Es una casa del ferrocarril sobre calle Martín Miguel de Güemes.

Rita tuvo la iniciativa de compartir lo poco que tiene para un Día del Niño en el que en el pueblo no hubo festejo. “Aquel día hice una chocolatada por los nenes del barrio porque la Municipalidad no había festejado. Me acuerdo de que cuando le dije a mi marido de la idea, me decía que dónde íbamos a meter tantos chicos”, sonríe Rita y agrega: “La cosa es que pedimos prestado un tablón que hizo de mesa, hicimos unas tortas fritas y chocolate y se festejó acá el Día del Niño”, recuerda.

Rita y Cristian

Y así nació el merendero Los Amiguitos.

La mujer dijo que no fue fácil, es gente humilde y además no tienen mucho lugar en la casa. “Le insistí y mi marido al final aceptó, lo puse por redes sociales y me llovieron las donaciones, tortas, cajas de leche, golosinas, al final armamos 140 sorpresitas. Se sumó la Policía, que también nos donó, me sobró un montón de mercadería. Vinieron 75 niños ese día”, señala.

Con el sobrante, Rita pensó en hacerlo de nuevo el sábado siguiente. “Lo volví a convencer a mi marido, al otro sábado lo volví a hacer y así todos los sábados hasta ahora no paramos más. Solo hicimos una pausa en verano por el calor”, dice.

Compartir lo que consiguen

A pesar de vivir el día a día y ver tantas necesidades, la labor solidaria no se detiene. En la semana se receptan las donaciones que frecuentemente vienen desde gente humilde como Rita y Cristian. Algunos se acercan con una caja de leche; otros, con una torta o una bolsa de azúcar. “Siempre pedimos donaciones y gente común como nosotros nos va donando, un poco cada uno, y así se llega al sábado con una merienda destinada a los 52 niños que están viniendo últimamente”, comparte orgullosa la mujer.

Desde aquel sábado en la casa del Gringo (como lo conocen en el pueblo) y Rita siempre andan niños.

Sorprende la manera en la que ambos resolvieron el tema de espacio y comodidades: buscaron tablas que hacen de mesa y Cristian fabricó algunos bancos con madera. “En mi casa siempre andan chicos, tomamos la leche. Y nos regalaron dos arcos e hicimos una canchita; hacemos manualidades, pintamos, tejemos, ahora hicimos un arbolito de Papá Noel con cada nombre. A los chicos les gusta quedarse y algunos se quedan hasta las 10 u 11 de la noche. La pasan rebién”, indica.

La idea de Rita es darles contención a estos niños y hay momentos en los que admiten que tienen ganas de bajar los brazos, pero el apoyo incondicional de otros vecinos los alienta a seguir. “Yo no les puedo decir que no. Mi marido es jornalero y yo no trabajo porque tengo la nena de 14 años con síndrome de Asperger; por ahí hay pocas donaciones, pero lo intentamos. Del Municipio no tuvimos hasta ahora ayuda, solo los arcos para la canchita, siempre fue gente del barrio que viene y se acerca para traernos mercadería”, comenta.

“Se siente tanta felicidad, las dos alegrías más grandes del mundo son las de un niño y la de una mascota cuando te ven. Los niños son los más nobles, sin doble cara, son transparentes y capaz que a veces no tenemos nada rico para darles pero les doy pan con mermelada y es una felicidad enorme para ellos”, relata Rita.

Asimismo, dice que en esta acción solidaria se encuentran con distintas realidades y ellos tratan de dar contención. “A lo mejor no somos los mejores maestros porque no tenemos mucho estudio, los dos tenemos solamente primario, pero les damos cariño, de eso tenemos de sobra”, resume Rita.

Los familiares de los chicos que asisten al merendero están muy agradecidos con esta tarea y se lo hacen saber a la familia. “Es muy lindo porque recibimos mensajes de los papás que nos dicen que sus hijos no ven la hora de que sea el sábado para venir acá. Tengo una mamá que me decía que al nene no le gustaba ir a ningún lado, no era muy social, y desde que viene acá cambió mucho”, resalta la mujer.

Esperan más donaciones

La situación económica actual también repercute en el merendero.

“En estos días nos encontramos con pocas donaciones, no queremos molestar mucho porque sabemos la situación del país. He pedido para entregar algo dulce, para que se lleven un alimento de Navidad, pero no tuvimos casi donaciones, solo ocho budines y dos pan dulces que los vamos a repartir el sábado nomás”, comenta Rita y finaliza diciendo: “Es como una regla acá: lo que hay se comparte entre todos”.

Todos aquellos que puedan colaborar pueden comunicarse al teléfono 3583 -450500.

I. Castro

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