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Crimen impune: “Para el acusado el único escollo fue la prensa”

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Por Alejandro Fara para Puntal

“Hijo de puta, hijo de puta, hijo de puta”. Tapándose la boca con las manos enlazadas, como en una plegaria, el hombre sentado en el banquillo de los acusados insultaba por lo bajo al periodista Hernán Vaca Narvaja, sentado en la segunda fila de las butacas de la sala, destinadas al público.


 

A esa hora, ya pasado el mediodía, el fiscal Julio Rivero le había garantizado la absolución en el juicio que lo tenía acusado del crimen por encargo de su esposa, Nora Dalmasso. Y la manera que encontró el traumatólogo Marcelo Macarrón de expresar su alivio fue con una ristra de insultos dirigidos a la única persona condenada en la causa Dalmasso: un periodista.

El gesto intimidante del viudo fue un resumen de lo que sucedió desde el 14 de marzo en los Tribunales de Río Cuarto. Con un staff de tres abogados, la defensa manejó los tiempos del juicio con la anuencia de un fiscal carente de iniciativa y que en ningún momento se mostró dispuesto a confrontar la postura de Brito y compañía.

Si a eso se le suma la renuncia de la figura del querellante, semanas antes del inicio del juicio, no resulta extraño que para el acusado el único escollo fuera la prensa.

En eso hubo plena coincidencia de las partes: tanto el fiscal como la defensa despotricaron en sus alegatos contra “el juicio mediático”.

Rivero se ocupó de decir en su alegato que nunca creyó en la hipótesis del crimen por encargo que le marcó el fiscal de instrucción Luis Pizarro. Pero tampoco hizo algún esfuerzo por explorar las otras hipótesis que complicaban al viudo.

Promediando el alegato que ayer contó con la nutrida presencia de periodistas de distintas provincias y una sala por primera vez poblada, el fiscal miró de frente a Macarrón y le dijo que en su opinión al traumatólogo se lo debió acusar de encubrimiento agravado junto con su vocero Daniel Lacase y la expareja del abogado laboralista, Silvia Magallanes.

“Eso podría haber hecho tambalear la presunción de inocencia”, dijo. Agregó que esa hipótesis se sostenía en el móvil económico, basado en las desavenencias del matrimonio.

Pero de inmediato aclaró que esa teoría “murió antes de nacer”, porque los tres forenses de los Tribunales locales y el forense de San Francisco que controló la autopsia fueron contundentes en señalar que hubo sexo consentido antes del crimen de Nora.

“El sexo consentido echa por tierra la hipótesis del sicario, a Nora la mató alguien que ella conocía y a quien no estaba esperando”, arriesgó.

Incómodo como a lo largo de todo el juicio, el fiscal se dirigió a los jurados populares y les dijo que, si el fuera un “fiscal dañino”, acusaría por el hecho que acababa de describir y les pasaría el problema a los ciudadanos comunes para que se arreglaran.

“Pero como soy un fiscal íntegro les voy a ahorrar el trabajo, yo le voy a pedir la absolución a Marcelo Macarrón”, concluyó.

Antes de que alegara la defensa el juicio estaba concluido. Macarrón se abrazó con sus hijos y con su cuñado, un desorientado Juan Dalmasso.

Afuera de la sala, el hermano de Nora señaló que le parecía bien que Macarrón no hubiese sido condenado por el delito que vino acusado (“El fiscal de instrucción embarcó al fiscal de cámara en un bote que hacía agua y sin rumbo”, graficó), aunque remarcó que no está convencido de que el viudo no tuviera ninguna responsabilidad.

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